Jueves 18 de marzo de 2020: cerramos las clases de nuestro Centro.
La idea de empezar a dar clases vía internet fue totalmente ridícula para mí en ese momento. Lo consideraba lisa y llanamente una abominación.
Me equivocaba, de vuelta.
Dos meses y medio después, en junio de 2020, empezamos a dar las primeras clases por internet y tuve que reconsiderarlo todo de vuelta.
Mi prejuicio no me dejaba ver puntos importantes que tiene este tipo de modalidad nueva. El streaming y el online. Veámoslo:
Streaming: el profesor da la clase en tiempo real, que es tomada a la vez por un grupo de personas que comparten un intento común. Estamos juntos en un espacio diferente. Lo que baja es en vivo y se comparte, nos llega a todos, y cada clase se enriquece de ese intento común que pone cada uno. Y eso tiene peso. Se siente.
On line: la clase es grabada por el profesor, queda colgada en alguna plataforma y el practicante la activa cuando quiere. La hace solo. Sin un marco que la encuadre. Esa clase va muriendo poco a poco, pierde frescura, es una repetición vacía y no se enriquece nunca. El profesor dejo grabadas sus impresiones, que fueron para ese momento y para ese día, que ya no es más. No se siente nada.
¡Eso sí que es una abominación!
Veo grandes ventajas en la modalidad streaming. Si el practicante se lo toma en serio y quiere replicar lo que ocurre en una sala presencial, algo ocurre. Es decir, si hay una intención. El grupo, una vez más, aun separado físicamente, se siente y actúa como un potenciador de estados.
Si se usa esta herramienta adecuadamente vamos a tener cero distracciones y mucha profundidad en la práctica; además de disponer de más tiempo, poder hacerla en pijama, más pausa, menos stress, etc.
Entonces…después de 9 meses de dar por streaming,(que no suplante al presencial), reconsidero lo que pensaba antes: sirve, y mucho, sobre todo si el practicante sabe “que buscar” en una clase. Ahí está el punto:
¿Que busco? ¿Correcciones o estados?
Ricardo Filomena
Director Centro de Ashtanga Yoga